miércoles, 18 de mayo de 2011

"Tribunas"

Después del final de una presentación de patinaje artístico sobre hielo, tal vez el momento más emotivo es cuando el patinador sale de la pista y se encuentra con su entrenador quien lo espera con los brazos abiertos. Es frecuente ver como el artista prácticamente se desploma en el abrazo, llora y recibe un ramo de flores. Después los vemos a ambos, patinador y entrenador, sentarse y juntos voltear a la pizarra para ver las calificaciones que los jueces le otorgan. ¡Es mi escena favorita!
Sin importar la evaluación del jurado, el entrenador apoya y acoge amorosamente al pupilo reconociendo su empeño y su trabajo.
Apenas hace unos cuantos días fue mi turno de sentarme frente a mi nieta que, con expectación, se esforzaba por resolver un reto propio de su edad: ¡Aprender a usar el baño y dejar el pañal!
Sentada en el W.C. frente a mi nietecita, observaba como se levantaba una y otra vez para asegurarse que había logrado depositar algo en la nica hasta que, para su sorpresa, finalmente encontró en el fondo y por primera vez el producto de su esfuerzo.
Dando saltos, aplausos y vítores, festejé éxito y a la celebración se nos unieron su mami y su hermanito. Animada por el efecto, una y otra vez nos llevaba a observar su nica de la que no quería desprenderse para que todos pudiéramos ver su contenido.
¿Cómico? Tal vez, aunque yo lo encuentro ¡muy aleccionador!
Sin importar la experiencia de la que se trate y aunque nos parezca demasiado trivial o cotidiana, ¿Qué sucedería si festejáramos y alentáramos a nuestros pequeñitos en los proyectos que emprenden? ¿Cómo se sentirían si supieran que, sin importar el resultado, estaremos junto a la pista para cobijarlos con un abrazo y un ramo de flores?
Esta vez pude estar junto a mi nieta en el primer paso para independizarse del pañal pero espero recordarlo siempre para cuando sus retos vayan creciendo al parejo de ella y necesite el reconocimiento de su Gramma por su afán.

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