jueves, 19 de mayo de 2011

"Tribunales"

Tras escribir sobre las “tribunas” desde las que nosotras, las abuelas, vitoreamos cada logro de nuestros nietos, sean grandes o pequeños, me asaltó la imagen contraria. Si en vez de ser una abuela entusiasta y aceptante fuera lo contrario, ¿qué sucedería?
Me vino a la memoria la escena de una mujer a quien por casualidad sorprendí con su nieta. Los gritos y palabras agresivas se escuchaban hasta el ascensor que apenas llegaba al piso. Evitando involucrarme, de soslayo alcancé a ver los ojos húmedos de la pequeña de alrededor de 8 años que, avergonzados, se clavaban en la alfombra.
La susodicha abuela estaba a cargo de la pequeña por las tardes mientras su madre salía del trabajo y descargaba sobre ella un enojo que no empataba con la imagen de la secretaria amable que yo conocía. ¡Qué triste recuerdo será esa abuela para la chiquilla!
En lugar de estar en la tribuna, su abuela la observaba desde los tribunales poniendo a juicio cada rasgo en la tarea de la niñita, su forma de sentarse o la lentitud con la que escribía. Pero, ¿acaso no todos hemos actuado alguna vez así? Tal vez no como abuelas pero sí en otros entornos, reconozco.
Empiezo a pensar que todo el “glamour” de ser abuela y del que he escrito, depende de la decisión personal de hacerlo amorosamente, pues es una relación tan susceptible a las pasiones y errores humanos como cualquier otra.
Ojalá y todas las abuelas del mundo comprendieran el valor de su rol en la vida de los niños, la responsabilidad que tienen y la increíble oportunidad que tienen en las manos para, con su amor e influencia, participar en el surgimiento de un ser humano íntegro y fuerte.
¡Oremos hoy por las abuelas!

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