sábado, 30 de abril de 2011

"Matemáticas"

Cuando iba a ser mamá por segunda vez y a pesar de tener 8 años más de supuesta madurez, recuerdo que dudas viejas y algunas nuevas afloraron en mi mente. No sólo aquella pregunta de, “¿Podré ser una buena madre”?, me revoloteaba constantemente. Ahora me preguntaba, ¿amaré a este hijo tanto como a mi hija? La respuesta, veinte años después, es obvia y contundente. ¡Por supuesto que lo amo con un amor tan especial como el que le tengo a mi hija!
Pero, por increíble que parezca, el anuncio de la venida de mi nieta me hizo retroceder al tiempo de esas interrogantes, ahora en relación a mi papel de abuela, añadiéndole incertidumbre con la constante pregunta de la gente que me rodeaba: “¿Y, a poco la vas a querer tanto como a tu nieto?”.
Confieso, que por un momento, yo misma sentí celo por el espacio de mi nieto que iba a ser invadido por otra personita. ¡Era aún tan pequeño!, pensaba, y me revelaba a pensar que fuera desplazado o que perdiera atención de todos nosotros.
Cuando llegó mi pequeñita, mi visión cambió. Ese par de ojos oscuros y enormes, con boquita diminuta me robaron el corazón desde el primer momento. Mi curiosidad por comenzar a descubrirla en su personalidad y temperamento se avivó, y de inmediato supe que ya la amaba con un amor distinto e incondicional.
Ahora, cuando vuelven a preguntarme si la quiero tanto como a mi nieto, simplemente me sonrío y respondo sin muchos detalles.
Porque, ¿cómo le explicas al mundo que, contra la lógica de las matemáticas y aunque tengo un solo corazón, mis dos nietos lo tienen completo para cada uno de ellos?
¡Así de mágicas son las matemáticas del amor de Gramma!

miércoles, 27 de abril de 2011

"Herramientas"

Para llegar a ser abuela, obviamente, he tenido que pasar por mi etapa como madre y ese es mi punto de partida para responder a la pregunta que hoy me hago: ¿Cuál ha sido el mayor reto como abuela?
Como mamá contaba con un gran número de herramientas para lograr “encausar” la voluntad, a veces bastante testaruda, de mis hijos. Y las opciones iban desde el incentivo de un premio hasta una convincente nalgada, pasando por un abanico de posibilidades. Al final, la mayoría de las veces, logré que obedecieran y se sujetaran a mi autoridad.
Ahora, mis alternativas no incluyen métodos que transgredan mis funciones y límites. Aunque coincido en que los abuelos no están para educar, difiero con la idea de que sólo estemos para consentir o malcriar. Lejos de eso, tengo la convicción de que la manera de apoyar en la formación de nuestros nietos es nuestra capacidad de influenciar. Y, ¿cuál es la herramienta más poderosa para ello? ¡El amor!
Un berrinche, un momento de mal humor o una necedad que la mamá resuelve con un buen grito, la abuela debe encontrar la manera de solucionarlos conciliando amorosamente y eso, sólo se logra a través de la influencia dentro de una fuerte y estrecha relación de amor.
Supongo que no soy la única abuela que ha escuchado el reproche de su hija o hijo por la alianza que tiene con su nieto y sólo puedo abogar, pidiendo un poco de gracia, que nuestra principal herramienta es el vínculo de amor con nuestros nietos.
Ahora que lo pienso. . . ¡Qué fácil puede resultar ser mamá!

martes, 26 de abril de 2011

"El comienzo"

Como todos los inicios en mi vida, el anuncio de la llegada de mi nieto no fue, ni divertida, ni especial preparada. Supongo que a los 45 años tenía en mente que ocurrirían muchas cosas antes de que me llegara el tiempo de ser abuela. A pesar de eso, sólo me tomó una mirada al monitor del ultrasonido en el consultorio del médico para saber que mi vida, sin yo saberlo, había estado incompleta sin su presencia.
Después del quinto mes, finalmente, supimos que sería un varoncito y entre ansiedades mezcladas de expectación pasaron los 9 meses. Algunos contratiempos ocurrieron durante esos meses que alborotaron mis miedos y el instinto protector se avivó. Y, durante esa espera, no sólo se fue transformando la habitación que preparaba en casa.
Mis planes y mi futuro fueron incluyéndolo, muchas veces, como punto de partida. Mi corazón vibraba de ternura a cada intento de imaginar su rostro y su tibia presencia. Mi imaginación se entretenía con los planes y juegos que compartiríamos. Mi presente, con la inminente llegada de mi nieto, se saturaba de futuro, uno lleno ilusión fresca y ternura infantil.
El anuncio de que sería por cesárea inició la cuenta regresiva hasta que, el 24 de abril, llegó el gran día de su nacimiento. Parada frente a la puerta del quirófano oré y oré pidiendo a Dios para que, tanto mi hija como mi nieto, estuvieran sanos y fuertes.
“Felicidades, es un varoncito y todo está muy bien con la mamá y el bebé”, anunció el médico y un torrente de emociones contenidas por meses se desbordó. Entre abrazos y llanto recibí las felicitaciones mientras, en mi mente, agradecía a Dios el milagro de guardar a mi pequeñito con bien durante todo ese tiempo de embarazo.
La imagen a través de la vitrina de aquel rostro coloradito abrió mis ojos a un nuevo destino donde surgieron en mí ideales inesperados: deseé ser ecologista para conservar un mundo bello para él; también en pacifista para que la sociedad que lo acompañara anhelara la paz; quise ser maestra para enseñarlo a vivir, convertirme en cantante para entonar todas las canciones de cuna y en profeta, para anunciarle las promesas de Dios que harían de su vida algo extraordinario.
Después de cinco años, me doy cuenta que no he logrado ser nada de aquello que imaginé ser al verlo por primera vez. . . pero me transformé en algo que parece incluirlo todo: me convertí en abuela.

lunes, 25 de abril de 2011

"Oportunidad"

Semanas atrás tuve la idea de iniciar un blog. ¿El tema? “Las dudas y retos de la abuela”. Pero, en lugar de eso, me di a la tarea de escribir sobre mis experiencias de vida en esta etapa que vivo, los cincuentas. Lo he disfrutado, es cierto, pero algo que leí esta mañana me hizo ver que aún hay un motivo para escribir ese segmento.
“Tú no sabes nada de mí”, apareció en la pantalla del chat. . . El reclamo dolió y, comprendí, que es mi decisión que, ni mi esposo, ni mis hijos, ni mis nietos jamás tengan que reprocharme que haya hecho de mi pecho un caracol para esconderles mi corazón.
Ayer que mi nieto cumplió 5 años, yo también completé 5 años de carrera como abuela. Pero mi historia inició tiempo, mucho tiempo atrás.
A los 21 años, mientras acariciaba una barriga que cambiaba de forma y me hacía sonreír, mi aventura comenzó. Sólo que, cuando acunas a tu primer hija en los brazos y apenas tienes 22 años, las guías de la vida aún son difusas e inciertas. Los errores al ejercer el rol de madre se acumulan rápidamente y  cuentas con poco tiempo, paciencia y sabiduría para resarcirlos.
Es por eso que, ahora que la vida me da una segunda oportunidad, mi atención y mi corazón juegan con la resolución de hacerlo lo mejor posible. Ya no llevo el nombre de mamá, sino de “Gramma”, abuelita en inglés, el idioma con el que hablo con mis nietos.
¿Qué cometo y cometeré errores siendo “Gramma”? Seguramente, sólo que esta vez quiero asegurarme de que, mis nietos e incluso mis hijos, sepan que la intención de mi corazón es hacerlo lo mejor posible, apoyarlos con mi falible humanidad mientras crecen y dejar un legado de amor en sus vidas.
Así que, en este blog, Gramma escribirá de sus historias, sus retos, sus miedos, sus anécdotas y, por qué no, también de sus logros.