domingo, 26 de junio de 2011

"Rituales"

Por mucho, los niños siguen siendo los mejores maestros. La escena entre mis nietos fue un claro ejemplo de que, la autenticidad y la inocencia, son dos cualidades que deberíamos conservar.
Tras un incidente en el que mi nieta lastimó a su hermanito, su mami entró al conflicto para dar un mejor cauce y solución. El niño, aún dolido, acusaba a la pequeña agresora exigiendo justicia. Y, para mi sorpresa, mi hija intervino, no para dar sentencia sino para enseñar a los niños a restaurar la relación momentáneamente fracturada.
-¡Es que me lastimó!- reclamó el pequeño.
-¿Fue a propósito?- preguntó la mami.
La cabecita de ambos negó, aunque sus caritas mostraban aún descontento.
-¿Qué se hace cuando sin querer lastimamos a otro, nena?- volvió a preguntar mamá.
-Hermanito, discúlpame- dijo la chiquilla con su lengüita de trapo.
Mi nieto, ya más sereno, la escuchó aunque sus ojitos aún veían a la hermana con algo de resentimiento.
-¿Qué contestas, hijo?
-Te disculpo, hermanita- respondió mi nieto.
Y, concluido el intercambio, mi pequeñita se acercó y abrazó a su hermanito por la cintura.
La bisabuela, la tía abuela y yo, a coro, soltamos frases alabando la ternura de la escena hasta que fuimos interrumpidas por mi hija.
-Ahora salió todo bien pero, hace unos días, la respuesta a la solicitud de ser disculpado fue “no”- nos relató.
-¿Y luego?- preguntamos sorprendidas.
-Pues, ¡Ups!- respondió,- tuve que respetar que no quería hacerlo aún.
Todo el pasaje y la anécdota me dejaron pensando y concluí que, aunque puede resultar más fácil presionar a los pequeños para que aprendan “el ritual del perdón”, la consecuencia podría resultar en el fatal olvido del perdón genuino. Porque, ¿cuántos valores habrá perecido bajo la guillotina de los ritos y rituales?

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