domingo, 5 de junio de 2011

"Espera"

¿Cómo enseñar lo que tanto me cuesta? A pesar de que al paso de los años he aprendido lo importante de aprender a esperar, confieso, ¡aún me pesa! Pero escenas como la de hoy me alientan, no sólo a practicar la paciencia, sino a inculcarla a quienes están comenzando a vivir: mis nietos.
Dos jovencitos, ella de no más de 17 años y él muy cercano en edad, retozaban entre las olas mientras un hermoso bebé, de apenas meses, era arrullado en su silla por una joven abuela en la mesa del restaurante junto al mar. No es difícil armar la historia detrás de aquel pequeñito y su nacimiento: ansias de jugar a ser mayores y un embarazo fuera de tiempo.
Repaso los últimos meses de mi vida y no sólo encuentro historias semejantes. También están aquellas de hombres que, corriendo tras el viento de la aventura, abandonan su lugar en el hogar formado con la esposa y los hijos. ¿Qué habría sido de la vida de toda esa gente si él hubiera aprendido a esperar y retardar sus ánimos por una ilusión al vapor?
La mujer que, cansada de esperar el ascenso, renuncia no sólo a sus aspiraciones laborales sino a la seguridad económica del puesto que ostentaba. Y, aquel joven que por no saber esperar la compañía ideal para el resto de su vida, termina comprometido en la relación que sólo le aportó por breve tiempo la satisfacción al cuerpo y efímera al alma con su compañía.
Me gusta complacer a mis nietos, es más, ¡me encanta! Pero, no quiero ser responsable de que no aprendan a esperar y abstenerse. No me gustaría que, por mi inconsciente egoísmo, terminen enredados en la trampa de la autosatisfacción inmediata y, tantas veces, dañina.
Ahora, mis pequeñitos, son prácticamente unos bebés pero no me engaño, algún día crecerán y aplicarán lo aprendido para enfrentar y lidiar con la vida.
¿Tendré el valor de enseñarlos a esperar? Difícil lección pero necesaria, me convenzo.
Pienso, medito y oro. Necesito encontrar la forma de que practiquen el arte de esperar y, mejor aún, enseñarlos en la fe para que sepan esperar en el Señor.

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