sábado, 4 de junio de 2011

"Luna"

¿Cuántas veces habré escuchado, “las abuelas son como una segunda madre”? Más de las que puedo recordar, seguro. Y hoy, al igual que muchas cosas que vivo y que mucho después comprendo, sé que no es mi caso, aunque no es así para algunas abuelas.
El rol de abuela en la vida de mis nietos tiene límites muy claros, para mi fortuna. Ellos tienen una mami maravillosa y con una sabiduría creciente. Es además bella y jovial. ¿Qué niño no querría tener una mami tan hermosa?
Los momentos que más disfruto son cuando ellos la miran. ¡Sus rostros se iluminan como cuando miran al sol! Sus ojos reflejan el amor y, confieso, hay veces que no puedo identificar si el reflejo es del amor que ellos le tienen a ella o al revés. A fin de cuentas, el amor brilla y es un deleite para mi espíritu el ser espectadora de palco honor en la vida de esos tres seres tan amados.
Mi hija es, sin duda, el sol alrededor del cual mis nietos giran en esta etapa de su vida. Y sé también, que aunque no lo recuerde claramente, yo viví alrededor de mi propio sol, mi mami.
Me gusta pensar eso y me gusta pensar que yo, con esas pocas canas, arrugas incipientes y algunas limitaciones nuevas, soy la luna en la vida de mis nietos.
Busco ser la cuna tranquila donde puedan ir a sentarse por la noche a escuchar un cuento o la voz desafinada y alegre que les enseñe un nuevo canto es mi placer.
Quiero ser una luna que va y viene, a veces muy presente cuando está llena y otras, ausente cuando es nueva, pero que nadie duda, volverá a aparecer. Soy feliz siendo una luna que ha aprendido a decrecer y desaparecer tras bambalinas, pero que se anuncia con discreción cuando se necesita de su luz.
Ser abuela es ser la luna: limpia, honesta, lejana y a la vez, la más cerca del planeta llamado “nietos” para reflejar con deleite los rayos de la mami “Sol”, sin competir, sin celos por su brillo sino participativa, blanca de canas y corazón de cuna.

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