martes, 26 de abril de 2011

"El comienzo"

Como todos los inicios en mi vida, el anuncio de la llegada de mi nieto no fue, ni divertida, ni especial preparada. Supongo que a los 45 años tenía en mente que ocurrirían muchas cosas antes de que me llegara el tiempo de ser abuela. A pesar de eso, sólo me tomó una mirada al monitor del ultrasonido en el consultorio del médico para saber que mi vida, sin yo saberlo, había estado incompleta sin su presencia.
Después del quinto mes, finalmente, supimos que sería un varoncito y entre ansiedades mezcladas de expectación pasaron los 9 meses. Algunos contratiempos ocurrieron durante esos meses que alborotaron mis miedos y el instinto protector se avivó. Y, durante esa espera, no sólo se fue transformando la habitación que preparaba en casa.
Mis planes y mi futuro fueron incluyéndolo, muchas veces, como punto de partida. Mi corazón vibraba de ternura a cada intento de imaginar su rostro y su tibia presencia. Mi imaginación se entretenía con los planes y juegos que compartiríamos. Mi presente, con la inminente llegada de mi nieto, se saturaba de futuro, uno lleno ilusión fresca y ternura infantil.
El anuncio de que sería por cesárea inició la cuenta regresiva hasta que, el 24 de abril, llegó el gran día de su nacimiento. Parada frente a la puerta del quirófano oré y oré pidiendo a Dios para que, tanto mi hija como mi nieto, estuvieran sanos y fuertes.
“Felicidades, es un varoncito y todo está muy bien con la mamá y el bebé”, anunció el médico y un torrente de emociones contenidas por meses se desbordó. Entre abrazos y llanto recibí las felicitaciones mientras, en mi mente, agradecía a Dios el milagro de guardar a mi pequeñito con bien durante todo ese tiempo de embarazo.
La imagen a través de la vitrina de aquel rostro coloradito abrió mis ojos a un nuevo destino donde surgieron en mí ideales inesperados: deseé ser ecologista para conservar un mundo bello para él; también en pacifista para que la sociedad que lo acompañara anhelara la paz; quise ser maestra para enseñarlo a vivir, convertirme en cantante para entonar todas las canciones de cuna y en profeta, para anunciarle las promesas de Dios que harían de su vida algo extraordinario.
Después de cinco años, me doy cuenta que no he logrado ser nada de aquello que imaginé ser al verlo por primera vez. . . pero me transformé en algo que parece incluirlo todo: me convertí en abuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario