Cuando iba a ser mamá por segunda vez y a pesar de tener 8 años más de supuesta madurez, recuerdo que dudas viejas y algunas nuevas afloraron en mi mente. No sólo aquella pregunta de, “¿Podré ser una buena madre”?, me revoloteaba constantemente. Ahora me preguntaba, ¿amaré a este hijo tanto como a mi hija? La respuesta, veinte años después, es obvia y contundente. ¡Por supuesto que lo amo con un amor tan especial como el que le tengo a mi hija!
Pero, por increíble que parezca, el anuncio de la venida de mi nieta me hizo retroceder al tiempo de esas interrogantes, ahora en relación a mi papel de abuela, añadiéndole incertidumbre con la constante pregunta de la gente que me rodeaba: “¿Y, a poco la vas a querer tanto como a tu nieto?”.
Confieso, que por un momento, yo misma sentí celo por el espacio de mi nieto que iba a ser invadido por otra personita. ¡Era aún tan pequeño!, pensaba, y me revelaba a pensar que fuera desplazado o que perdiera atención de todos nosotros.

Ahora, cuando vuelven a preguntarme si la quiero tanto como a mi nieto, simplemente me sonrío y respondo sin muchos detalles.
Porque, ¿cómo le explicas al mundo que, contra la lógica de las matemáticas y aunque tengo un solo corazón, mis dos nietos lo tienen completo para cada uno de ellos?
¡Así de mágicas son las matemáticas del amor de Gramma!